Nunca me olvidaré de Gary Oldman en la película Drácula, asumiendo el rol del milenario dientes sangrientos con propiedad y hasta cierto gusto. O aquel Sid Vicious cuando recién partía su carrera -nadie más podría haberlo hecho con tal resultado final-.
Este británico ha hecho una extensa carrera como secundario de lujo, aunque yo lo valido mucho más como un actor de carácter, capaz de asumir cualquier desafío, aunque él a su forma no ha sido muy intelectual para elegir sus películas prefiriendo un aspecto más comercial.
Al parecer, él prefiere ser cola de león y estar ahí metido en megaproducciones como El Quinto Elemento, Harry Potter, Batman o Robocop. Además de ser asiduo -por su profunda voz- en películas de animación modernas.
Con un rostro particular y un control de gestos de otro nivel, Gary ha asumido en general dos tipos de papeles en su vida; como el uniformado serio, especialmente el policía moral o el loco de patio -en lo personal, prefiero muchísimo más el segundo perfil-. Sin embargo, ese dato no es más que la punta del iceberg, porque Oldman ha interpretado a bandidos, doctores, abogados y un largo etc difícil de hacerle recuento.
Esta máquina de la interpretación que nunca ha dirigido ha trabajo con directores como Christopher Nolan, Robert Zemeckis, Alfonso Cuarón, Ridley Scott, Luc Besson, Tony Scott, Francis Ford Coppola, Oliver Stone, entre otros, varios de ellos de lo más selecto del cine.
Como pasa con los más grandes, aún no ha ganado el Oscar aunque si ha estado nominado por su rol protagonista en El Topo. Tiene 46 nominaciones en total y 24 premios. Otros reconocimientos que ha recibido son los Emmy, los Bafta, Cannes, MTV y People's Choice Awards, entre varios más.